viernes, 17 de enero de 2014

"Hemos puesto al hombre en el centro, en vez de al Señor"



Gran experto en liturgia, Monseñor Bux habla sobre el Motu Proprio
12/05/2010 José R. Barros


- ¿Podría explicar en qué consiste la participación actuosa de mente y de corazón?

Dice San Pablo en su Carta a los Romanos, en el capítulo 12, que debemos ofrecer nuestros cuerpos como sacrificio razonable, agradable a Dios. Esa es una participación “activa”, es decir; de acto, de acción. Nuestra acción máxima es la de unir nuestra vida a Cristo y, sobre todo, ofrecer nuestra vida a la oferta de Cristo en el sacrificio de la Cruz. Esta es la Misa.

Esta es la participación, la parte que falta cuando San Pablo, en la carta a los colosenses, dice “cumplo lo que falta al sufrimiento de Cristo en mi carne, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia”. Él quiere decir que esa actividad, esa acción en la liturgia es unir nuestra vida a la de Cristo. Esa es la participación que la constitución litúrgica del concilio habla y remite: promover, pedir. Por tanto, que los fieles en la liturgia sean conscientes de que cumplen esa parte, que falta -en cierto sentido- a Cristo. Uno puede decir “¿Cómo puede ser? ¿A la Redención de Cristo le falta algo?” No, es completa, “todo está cumplido”. Es nuestra parte la que falta, tenemos que poner de nuestra parte. Esto requiere que miremos a Cristo, que le contemplemos.



- Frente a la participación actuosa, ¿cuales son las características de la mala participación?

Se caracteriza en que, en vez de partir de Cristo, partimos de nosotros mismos, de nuestras ideas, de nuestros proyectos, del deseo de éxito, de organizar la liturgia, de crearla, de cambiarla según los gustos subjetivos y, en suma, poniendo en el centro de la liturgia no al Señor, sino a nosotros mismos. Creo que hoy un síntoma de este centralismo humano, antropologíco, es la sede del celebrante en el centro de la Iglesia. Nunca en la historia se dio así. Incluso el obispo antiguamente no se sentaba nunca en el centro, sino que encabezaba la asamblea, mientras era el altar lo que estaba en el centro.

- Pero hoy la sede está en el centro…

Hemos puesto al hombre en el centro, en vez de al Señor. Alguno puede objetar que el sacerdote representa a Cristo. Sin duda esto es cierto, aunque en una medida muy reducida. Antes Cristo era representado por la centralidad del santuario, del altar. El sacerdote es un ministro de Cristo, por tanto, importante, pero no puede estar siempre en el centro, cuando ofrece la oración de gracias, la eucaristía.



- ¿Por qué la entrada del novus ordo se produjo de una manera tan súbita y, para algunos, tan traumática?

La reforma litúrgica fue impuesta por expertos estudiosos que después se sirvieron de un decreto papal para poder dar fuerza a esa reforma. Es una reforma que no respeta el desarrollo que se había dado antes (1950, 1960) en continuidad, sino que es una reforma que ha creado un trauma. Todos recordamos cuando fue promulgado el calendario de los santos, en 1970; hubo muchas reacciones polémicas; así también cuando fue promulgado el ‘Ordo Missae’, porque se divisaba que venía obligada una forma de celebrar que no estaba en relación con las formas precedentes.

- ¿Esto quiere decir que la reforma de Pablo VI no fue buena?

Era buena, estaba bienintencionada, pero quizás el mismo Pablo VI, como algunos estudiosos han profundizado, no pensaba que se hubiesen traspasado las fronteras que la constitución litúrgica había establecido, sobre todo en el artículo 23, por ejemplo: “que las nuevas formas deben desarrollarse orgánicamente de las ya existentes”. El rito de Pablo VI puede ser celebrado digna y correctamente si se recupera el sentido de la liturgia que tiene el rito tradicional.

- ¿Cual es el objetivo de las reformas litúrgicas de Santo Padre?

Seguir al Papa significa volver a dar centralidad a Cristo en la liturgia, que es el lugar de la presencia de Dios, donde el hombre lo puede encontrar. El hombre de hoy busca a Dios. “En el mundo hay muchos lugares donde la fe corre el riesgo de apagarse”, dice Benedicto XVI a los obispos después de revocar las excomuniones a los cuatro obispos ordenados por Monseñor Lefebvre. En el mundo la fe corre el riesgo de apagarse, hay una necesidad por hacer a Cristo presente en el mundo. Y no hay mejor modo de hacerlo que celebrar la Liturgia en modo ‘mistérico’, digno, profundo. Así que debemos seguir al Papa que conoce bien la liturgia desde el punto de vista histórico, moral, jurídico, pastoral.

- Desde luego, Benedicto XVI aboga por ahondar en el estudio de la liturgia.

Todos -tanto amantes de la tradición como los que aman la innovación- hemos de estudiar más las fuentes litúrgicas, la patrística, las Sagradas Escrituras, la teología medieval y moderna, para descubrir todo lo que se ha desarrollado en 2000 años de historia de la Iglesia. Siempre ha habido reformas litúrgicas, pero no de manera traumática, sino con un desarrollo orgánico. La liturgia se debe desarrollar como se desarrolla un paisaje; no con terremotos, sino con una modificación sin traumas, casi sin darse cuenta. Hoy somos muy sensibles al medio ambiente. No queremos que el paisaje se desgaste, queremos que su desarrollo sea respetado. Así también debe ser para la liturgia.

- Que se celebre la Misa con dignidad tambien parece ser uno de los objetivos de este pontificado.

Dice el Santo Padre que deben haber cada vez más comunidades y lugares ejemplares, que celebren la liturgia con buen ejemplo, con la adoración de Dios. “Participar” quiere decir adorar a Dios, conocer que está presente. Saber que nosotros servimos a Dios, que le damos gloria. Esto es lo que hoy es necesario, porque los jóvenes que buscan climas y ambientes ‘excitantes’ entren en estos ambientes, que no son iguales a los del mundo. Son distintos porque es el lugar del Cielo en la Tierra, el lugar del encuentro del hombre con Dios. Los jóvenes pueden asombrarse de la belleza de las Iglesias.

- La tradición artística de la Iglesia podría ser de gran ayuda para propiciar este encuentro…

Aquí, en España, tenéis unos retablos muy bellos que son un símil de las iconostasis orientales. Cuando uno entra y ve estos retablos extraordinarios, ojos y corazón van a lo alto: el color, el esplendor, la gloria dada a lo divino. También el oído, que escucha la música gregoriana y polifónica. Son cosas que buscan las generaciones jóvenes. Por no hablar de la lengua sagrada, del latín. Hoy los jóvenes viven en una sociedad multicultural. No tienen el problema de decir “no entiendo la lengua”, como las generaciones pasadas. Debemos recrear este clima de la liturgia, que ayuda a la generación de hoy a no buscar en sitios erróneos, sino a buscar a Dios, a buscarse a sí mismos encontrando a Dios.



- ¿El sacerdote mirando a la Cruz en vez de a los fieles cumple una función escatológica?

He dicho antes que la liturgia es la mirada hacia el Señor. De todos, porque la liturgia está enteramente orientada al Señor, es adoración y contemplación del Señor. La posición del sacerdote es vuelto a oriente, es decir, a donde sale el sol, es decir, a Cristo; sol de la justicia, el “sol que surge de lo alto”, como dice San Lucas y en el cántico de Zacarías “el Señor que viene y que vendrá”. Esta mirada, físicamente, está significada por el hecho que también el sacerdote mira a oriente, y todos los fieles, si ven que el sacerdote hace eso, mirarán a oriente también. Como dice el Santo Padre en sus escritos de teólogo, “la Misa no es una especie de círculo cerrado”, donde lo que hacemos es, justamente, un círculo, nos miramos entre nosotros, sino que está abierta al futuro, que viene, que irrumpe.


- ¿La Misa ad orientem ayuda a los fieles a penetrar en el misterio eucarístico?

La palabra “escatología” quiere decir “las últimas cosas que entran en el tiempo”, del griego “escatá”. Es el Señor quien hace las últimas cosas, las cosas siempre nuevas, el Señor que viene a renovar la tierra. La orientación del sacerdote hacia el ábside, hacia la Cruz, es un hecho muy importante. Ahora el Santo Padre pone la Cruz sobre el altar para que, incluso si no se puede celebrar vuelto al Oriente, la Cruz sea el punto de orientación; para que los fieles no miren al sacerdote, sino a Cristo, a la Cruz. Eso es muy importante como modo de continuar la reforma litúrgica, que no se acaba, que continúa siempre, en cada generación. Por tanto, esto de la orientación hacia el Señor, también física, psicológicamente, ayuda a los fieles a entender que la liturgia está orientada al Señor.

- ¿Se puede decir entonces que la Misa Gregoriana se celebra “de espaldas al pueblo”?

Es una frase artificiosa, porque no es verdad. La Misa hacia el pueblo se ha creado en el siglo XX, por un movimiento de opinión que pensaba darle la vuelta a las cosas. Por desgracia, lo han logrado. La Misa no es “de espaldas al pueblo”. Basta asistir a las liturgias orientales, que se celebran todas vueltas hacia el santuario. Hay una parte que sí está vuelta a la asamblea, la liturgia de la palabra, pero la de la anáfora, de la eucaristía, es hacia el Señor. En la liturgia de la palabra, Dios nos habla. En la Eucaristía, nosotros oramos al Señor, le respondemos. Esto es un punto muy importante, desde el punto de vista teológico, psicológico y misionero.

- Frente a los que acusan a la Misa Gregoriana de ‘estecista’, ¿qué cabría responderles?

Yo conozco muchos partidarios de la Misa nueva que tienen un gusto “esteticista”. Es la tentación de todos, la tentación de la forma. No es una condena, porque el hombre tiene ojos y necesita de la forma. No me puede llegar ningún contenido sin ella. Si veo un dulce, una tarta, que estuviese deformada, no me la como. Si en vez de eso, es bonita, está confeccionada, etc., me atrae.

La liturgia es una forma (en griego ‘éstesi’ y ‘forma’ son lo mismo), que debe atraer. No es errado que haya estética. Hasta la teología, dice Hans Urs von Balthasar, es una estética, es una belleza que atrae, pero debe atraer al contenido. Por tanto, la estética no es algo exclusivo de los partidarios de la Misa Gregoriana. Está también en los de la liturgia nueva. La estética es la forma a través de la cual llegamos al contenido principal de la liturgia que es “aquél que es la belleza”, por definición “el más bello de los hijos de los hombres”. Somos atraídos por Él.

Quería concluir invitando a sacerdotes, obispos, y también al Arzobispo de Madrid, a quien he tenido el honor de conocer en el Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía, que sé que es una persona con gran clarividencia, comprensiva, que profundiza en las cosas, a promover esta realidad. Realidad de muchos jóvenes, que -se puede ver en Internet- quieren la celebración de la liturgia tradicional. Así que invito a los obispos a no cerrar los ojos ante esa realidad. La realidad viene antes que nuestras ideas y, como padres, han de ejercer la paternidad; alentando, sosteniendo, corrigiendo, ayudando. Porque así nosotros ayudaremos a este trabajo del Santo Padre de traer a Dios al mundo y de ayudar a los hombres a encontrar a Dios.

viernes, 10 de enero de 2014

La Eucaristía



Homilía de S.S. Francisco, Corpus Christi 2013

En el Evangelio que hemos escuchado hay una expresión de Jesús que me sorprende siempre: “Denles ustedes de comer” (Lc 9,13). Partiendo de esta frase, me dejo guiar por tres palabras: seguimiento, comunión, compartir. 

1.- Ante todo: ¿quiénes son aquellos a los que dar de comer? La respuesta la encontramos al inicio del pasaje evangélico: es la muchedumbre, la multitud. Jesús está en medio a la gente, la recibe, le habla, la sana, le muestra la misericordia de Dios; en medio a ella elige a los Doce Apóstoles para permanecer con Él y sumergirse como Él en las situaciones concretas del mundo. Y la gente lo sigue, lo escucha, porque Jesús habla y actúa de una manera nueva, con la autoridad de quien es auténtico y coherente, de quien habla y actúa con verdad, de quien dona la esperanza que viene de Dios, de quien es revelación del Rostro de un Dios que es amor. Y la gente, con gozo, bendice al Señor. Esta tarde nosotros somos la multitud del Evangelio, también nosotros intentamos seguir a Jesús para escucharlo, para entrar en comunión con Él en la Eucaristía, para acompañarlo y para que nos acompañe. Preguntémonos: ¿cómo sigo a Jesús? Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás.

 2.- Demos un paso adelante: ¿de dónde nace la invitación que Jesús hace a los discípulos de saciar ellos mismos el hambre de la multitud? Nace de dos elementos: sobre todo de la multitud que, siguiendo a Jesús, se encuentra en un lugar solitario, lejos de los lugares habitados, mientras cae la tarde, y luego por la preocupación de los discípulos que piden a Jesús despedir a la gente para que vaya a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida (cfr. Lc 9, 12). Frente a la necesidad de la multitud, ésta es la solución de los apóstoles: que cada uno piense en sí mismo: ¡despedir a la gente! ¡Cuántas veces nosotros cristianos tenemos esta tentación! No nos hacemos cargo de la necesidad de los otros, despidiéndolos con un piadoso: “¡Que Dios te ayude!”. Pero la solución de Jesús va hacia otra dirección, una dirección que sorprende a los discípulos: “denles ustedes de comer”. Pero ¿cómo es posible que seamos nosotros los que demos de comer a una multitud? “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Pero Jesús no se desanima: pide a los discípulos hacer sentar a la gente en comunidades de cincuenta personas, eleva su mirada hacia el cielo, pronuncia la bendición parte los panes y los da a los discípulos para que los distribuyan. Es un momento de profunda comunión: la multitud alimentada con la palabra del Señor, es ahora nutrida con su pan de vida. Y todos se saciaron, escribe el Evangelista. Esta tarde también nosotros estamos en torno a la mesa del Señor, a la mesa del Sacrificio eucarístico, en el que Él nos dona su cuerpo una vez más, hace presente el único sacrificio de la Cruz. Es en la escucha de su Palabra, en el nutrirse de su Cuerpo y de su Sangre, que Él nos hace pasar del ser multitud a ser comunidad, del anonimato a la comunión. La Eucaristía es el Sacramento de la comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento, la fe en Él. Entonces tendremos todos que preguntarnos ante el Señor: ¿cómo vivo la Eucaristía? ¿La vivo en forma anónima o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también con tantos hermanos y hermanas que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas? 

3.- Un último elemento: ¿de dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta se encuentra en la invitación de Jesús a los discípulos “Denles ustedes”, “dar”, compartir. ¿Qué cosa comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son justamente esos panes y esos peces que en las manos del Señor sacian el hambre de toda la gente. Y son justamente los discípulos desorientados ante la incapacidad de sus posibilidades, ante la pobreza de lo que pueden ofrecer, los que hacen sentar a la muchedumbre y distribuyen - confiándose en la palabra de Jesús - los panes y los peces que sacian el hambre de la multitud. Y esto nos indica que en la Iglesia pero también en la sociedad existe una palabra clave a la que no tenemos que tener miedo: “solidaridad”, o sea saber `poner a disposición de Dios aquello que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque solo en el compartir, en el donarse, nuestra vida será fecunda, dará frutos. Solidaridad: ¡una palabra mal vista por el espíritu mundano! Esta tarde, una vez más, el Señor distribuye para nosotros el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también nosotros experimentamos la “solidaridad de Dios” con el hombre, una solidaridad que no se acaba jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo, la muerte. También esta tarde Jesús se dona a nosotros en la Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más se hace alimento, el verdadero alimento que sostiene nuestra vida en los momentos en los que el camino se hace duro, los obstáculos frenan nuestros pasos. Y en la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, aquel del servicio, del compartir, del donarse, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si es compartido, se convierte en riqueza, porque es la potencia de Dios, que es la potencia del amor que desciende sobre nuestra pobreza para transformarla. Esta tarde entonces preguntémonos, adorando a Cristo presente realmente en la Eucaristía: ¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los demás? Seguimiento, comunión, compartir. 

Oremos para que la participación a la Eucaristía nos provoque siempre: a seguir al Señor cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con nuestro prójimo aquello que somos. Entonces nuestra existencia será verdaderamente fecunda. Amen.

domingo, 5 de enero de 2014

¿ Por qué en latín ?




¿Por qué se reza en latín la Misa tridentina?

En todas las religiones, incluyendo el judaísmo, se utiliza alguna lengua sagrada, es decir separada del uso común y corriente, para los servicios de culto a Dios. De esta manera se requiere expresar el respeto debido a la Majestad de Dios. En el tiempo de Jesús, la lengua sagrada del culto del templo era el hebrero, pero, la lengua común era el arameo y seguramente, fue en arameo que Jesús dijo las palabras de la consagración del pan y vino. Sin embargo, los Apóstoles y la Iglesia primitiva, adoptaron rapidamente el griego para la Liturgia y testimonio de ello son la liturgias de los Cristianos Ortodoxos, el Kyrie Eleison, Hagios o Theos del Viernes Santo en nuestra Liturgia.


Pero, cuando el latín sustituyo el griego en el imperio romano, la Iglesia Católica lo adoptó para la liturgia. Ya en el Concilio de Trento se veía la conveniencia de cambiar esta práctica para facilitar la comprensión de la Misa a los fieles, pero, se decidió que mejor se conserara esta práctica pues favorece la preservación de la expresión correcta de las verdades de la fe, da unidad a todo el rito en sus partes y se convierte en signo de unidad entre todos los cristianos de la Iglesia Católica, pues si todos aprenden a responder la Misa en latín en todo el mundo, un extranjero que no conozca nuestra lengua propia, en la Misa responderíamos con las mismas palabras, creando así sentido de hermandad en la fe. Y si participamos en la Misa en otro país, responderíamos con las mismas palabras siempre y en todos los lugares. La cuestión de la lengua propia, queda solucionada con el misal de los fieles traducido en la lengua propia y así uno puede comprender las oraciones que está respondiendo en latín.

sábado, 4 de enero de 2014

Mons. Miserachs: «Debería existir un organismo pontificio con autoridad sobre la música litúrgica»




El maestro de capilla de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, monseñor Valentí Miserachs, manifestó en entrevista a Zenit con ocasión de la concesión del Premio Bravo de la CEE que la música litúrgica debe tener tres características: la santidad, la bondad de formas y la universalidad. «El problema de base es que no se considera la música litúrgica como algo verdaderamente serio e importante», denunció.


Lo afirmó en la entrevista concedida a ZENIT:

–¿Por qué el coro de Santa María la Mayor se llama Capilla Musical Liberiana?

Mons. Miserachs: Porque fundada por el papa Liberio en el siglo cuarto. De hecho de esta basílica primitiva no queda nada, pues la actual es del siglo quinto, realizada para festejar la maternidad de la Virgen. Tomó el nombre del papa Liberio que, tras el milagro de la nieve en agosto, construyó la basílica a la Virgen que tomó su nombre, y de allí el título del coro, capilla liberiana, por la basílica.


–¿Hace cuánto que está en Roma y por qué motivo vino?

Mons. Miserachs: Estoy aquí desde hace 50 años, primero como estudiante, y ya en 1973como auxiliar del maestro Bartolucci, si bien, ocupándose de la Capilla Sixtina, ya en el 1977 me dejó como responsable único de la capilla Liberiana.
Llegué a estudiar teología. Después de cuatro años mi obispo me dijo que me daba otros cuatro para el Instituto de Música Sacra. Pasados estos, cuando fui a despedirme de mi maestro, director de la capilla Julia en San Pedro, Armando Renzi, me dijo: ¿No ha comprendido que tiene que quedarse aquíen Roma? Me indicó que iba a ser el segundo organista de la basílica de San Pedro. Y mi obispo dijo: “Si lo piden en Roma no me voy a oponer al Espíritu Santo”, y así me he quedado.


–¿Dos españoles que se ganan el premio ¡Bravo!, y la motivación?

Mons. Miserachs: Lo de dos españoles es pura casualidad. Y la motivación, quizás sea porque cuando aquí en Roma tuvo lugar la proclamación de san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia, la Conferencia Episcopal Española, además de la misa en San Pedro en la que monseñor Colino escribió un himno en honor de san Juan de Ávila, a mi me encargaron aquí en Santa María la Mayor unas vísperas solemnes, y las compuse por entero, incluido el himno de las vísperas.
Además tocó el sexteto de instrumentos de viento, el órgano, todo muy solemne, y creo que eso fue el detonador del premio.


–¿Le conocían por la Capilla Liberiana?

Mons. Miserachs: En realidad más que por maestro de la Liberiana me conocen por haber sido hasta hace un mes atrás el director del Pontificio Instituto de Música Sacra, con sede oficial en Piazza Sant’Agostino, con su gran órgano, restaurado gracias también a los fondos de Cataluña.  Aunque la sede didáctica está en via di Torre Rosa, enfrente del Colegio Español.


–El coro de la Liberiana ¿cómo nace?

Mons. Miserachs: En el siglo sexto, con San Gregorio Magno, la Schola Cantorum Romana cantaba en todas las basílicas. En cambio las Capillas, como las conocemos ahora, la Julia de San Pedro, la Pía de San Juan de Letrán, la Liberiana de aquí y la Sixtina que sigue las ceremonias del papa, son polifónicas y nacen en el Renacimiento, cuando regresaron los papas de Aviñón. Desde aquella ciudad en donde la polifonía estaba muy desarrollada vinieron también los cantores flamencos [de Flandes].


–O sea que existe desde el Renacimiento

Mons. Miserachs:  Ininterrumpidamente la capilla ha funcionado, excepto tres o cuatro años durante la  ocupación francesa. Soy el maestro número 33 y actualmente tenemos unos treinta cantores. Cantamos todos los domingos y fiestas a las 10 horas en la misa solemne, además en las vísperas, realizando unos cien servicios al año. Un grupo canta las vísperas de cada domingo y anima la misa de las seis de la tarde y del mediodía.



–¿Qué distingue la música sacra de la no sacra?

Mons. Miserachs: Primeramente el texto; el mismo Bach adaptaba textos sacros a músicas profanas sin mucha dificultad, más difícil hubiera sido con las suites de danzas. Hay que distinguir la música sacra de la música litúrgica, en la primera están los oratorios y las cantatas, como por ejemplo “El Mesías” de Haendel.
La música litúrgica es la que está destinada a la liturgia.



–¿Cuál es la función de la música sacra en la liturgia?

Mons. Miserachs: No es un añadido de la liturgia, es parte integrante de la misma, tiene que cantarla el sacerdote, el obispo; y aunque no supiera cantar tenía que cantar. Recuerdo que el papa Pablo VI era desafinado, pero cantaba.


–¿Qué características le son propias?

Mons. Miserachs: La música litúrgica tiene que tener tres características: primero la santidad y hasta la gente más sencilla se da cuenta. Y por esto muchas iglesias están vacías, no quieren escuchar, piensan que tocando guitarra van a atraer a la juventud. Después la bondad de formas, que sea arte de verdad, aunque sencilla, pero tiene que ser arte. Y la tercera la universalidad, que sea apta para todos. Y no misa para niños, abuelos, esto o aquello.



–¿Y el canto gregoriano?


Mons. Miserachs: Por ejemplo, un concierto de canto gregoriano está bien pero su contexto es la liturgia. Del canto gregoriano nació la polifonía, si bien antes era más bien una exhibición de virtuosismo como hacían los flamencos, mezclando los textos sin preocuparse mucho del culto del Señor. A tal punto que se decía que el Concilio de Trento lo iba a suprimir. En cambio en Trento dijeron sí a la polifonía pero purificada.



–O sea que se llega a lo polifónico


Mons. Miserachs: Sí, y después al barroco que volvió a la exaltación del hombre, y después la ópera llegó a ser también la música de iglesia. Fue entonces cuando intervino el papa san Pio X en 1903. Y en ese contexto, en 1911 fundó el Instituto de Música Sacra.



–¿Y las cantatas?


Mons. Miserachs: En los países anglosajones aún hoy se canta bajo la influencia de lo que hizo Lutero, porque además de traducir la Biblia en alemán y a los idiomas vernáculos nacieron los repertorios de música sacra que llaman corales y los mantienen.



–¿Y en los países latinos?


Mons. Miserachs: En cambio nosotros en los países latinos no habíamos hecho nada y empezó así a salir gente improvisada que confundió la música sacra con la ligera. Si bien la ópera era música de teatro sin ningún sabor religioso, al fin y al cabo era música bien hecha. Ahora lo que se canta a veces no es ni siquiera música.

Si está mal hecha no es música y para que pueda ser música litúrgica primero tiene que ser música.



–El Vaticano II fue claro, ¿verdad?

Mons. Miserachs: El concilio, en su doctrina no hace más que reforzar lo que dijo san Pío X. Ha sido no una mala interpretación, sino una no aplicación de lo que dijo. Si usted agarra el capítulo sexto en la constitución de liturgia dice lo contrario de mucho de lo que está haciendo la gente hoy.



–Después de 50 años de experiencia ¿qué le gustaría ver?

Mons. Miserachs: Mi experiencia constata que hay una anarquía total en este campo. Creo debería existir un organismo pontificio con autoridad sobre la música litúrgica, que indicara el buen proceder a cada diócesis, a cada conferencia episcopal y a quienes tienen su sección de música. Y con autoridad para decir eso sí y esto no es posible. Contrariamente cada uno hace lo que quiere y cada párroco se cree un papa.


–¿Y sobre la música en los seminarios?

Mons. Miserachs: Sobre la música en los seminarios, hay que lamentar una casi total ausencia de estudio no solo de la música sacra, sino de la música tout court. Ya quedan pocos seminarios, con pocos seminaristas (por lo menos en Europa), y su estructura ya no es la de riguroso internado, como en nuestros tiempos, cosas todas que facilitaban el estudio y práctica de la música. El problema de base es que no se considera la música litúrgica como algo verdaderamente serio e importante, bastan unos rasgueos de guitarra. Sería necesario un cambio de mentalidad, una “conversión” al verdadero espíritu de la Iglesia.



Fuente: InfoCatólica


viernes, 3 de enero de 2014

La fuerza de la Iglesia no reside en ella misma, sino que se esconde en las aguas profundas de Dios



Fuente: News.va


No tener otro nombre en la vida, y no cumplir ninguna otra acción, que no esté estrechamente vinculada a Cristo. Es con esta esperanza que el Papa Francisco concluyó esta mañana la homilía de la misa que presidió en la Iglesia del Gesú de Roma, en la fiesta litúrgica del Santo Nombre de Jesús, “título” de la Orden fundada por San Ignacio de Loyola.

El Papa habló ampliamente de la figura de Pedro Fabro, modelo de santidad sacerdotal de la Compañía, canonizado hace a penas dos semanas, el pasado 17 de diciembre. Francisco reflexionando sobre el carisma de su Orden se centró precisamente en Pedro Fabro, hermano antiguo y al mismo tiempo muy moderno, que fue compendio viviente del carácter espiritual y apostólico de los jesuitas, empezando por su corazón, vacío, porque lleno de Dios, inquieto, porque incansable en la búsqueda de Dios:

“Estamos llamados a este abajamiento: ser 'vaciados'. Ser hombres que no tienen que vivir centrados en sí mismo, porque el centro de la Compañía es Cristo y su Iglesia. Y Dios es el Deus semper maior, el Dios que siempre nos sorprende. Y si el Dios de las sorpresas, no está en el centro, la Compañía se desorienta. Por eso, ser jesuita es ser una persona del pensamiento incompleto, del pensamiento abierto: porque siempre piensa mirando el horizonte, que es la gloria de Dios, siempre más grande, que nos sorprende sin cesar. Y esta es la inquietud de nuestro abismo. Aquella santa i hermosa inquietud".

¿Inquietos hasta qué punto? Francisco dice que un jesuita puede saber si "ha mantenido su inquietud o si ésta se ha atrofiado."De hecho, para los que militan en la Compañía de Jesús -afirma- no hay otra alternativa: "Debemos buscar a Dios para encontrarlo, y encontrarlo para buscarlo más y más":

"Sólo esta ansiedad da paz al corazón de un jesuita, una inquietud también apostólica, no debemos cansarnos de proclamar el kerigma, de evangelizar con valentía. Es la inquietud que nos prepara para recibir el don de la fecundidad apostólica. Sin esta ansiedad somos estériles".

“Pedro Fabro fue todo eso” dijo el Papa: "un hombre de grandes deseos", "de espíritu inquieto, indeciso, nunca satisfecho”, inspirado por el “verdadero espíritu que mueve a la acción":

"¿Tenemos también nosotros grandes visiones e impulso? ¿Somos audaces como él? ¿Nuestro sueño es volar alto? ¿El celo nos devora? ¿O somos mediocres y nos contentamos con nuestras programaciones apostólicas de laboratorio? Recordémoslo siempre: la fuerza de la Iglesia no reside en ella misma y en su capacidad organizativa, sino que se esconde en las aguas profundas de Dios".

Pedro Fabro, recordó el Papa Bergoglio, pasó toda su vida buscando la "familiaridad con Dios", para tener un corazón trasplantado en el de Jesús. Y con estos sentimientos fue un defensor del diálogo en la Europa dividida por la Reforma de Lutero, con el "arma de la mansedumbre cristiana”:

"Se me ocurre pensar en la tentación, de que tal vez podamos tener, y que tantos tienen, de unir el anuncio del Evangelio con bastonazos inquisitoriales, de condena. No, el evangelio se anuncia con dulzura, con fraternidad, con amor".

Francisco, el primer Papa jesuita de la historia, en nombre de toda la Compañía, propuso a sus hermanos, al final de su homilía, tomar como modelo el ejemplo del primer sacerdote jesuita de la historia, el hermano Pedro, que bajo la influencia de la "fascinación" de Cristo realizó, dijo, verdaderas "locuras apostólicas":

“Nosotros somos pequeños, somos pecadores, pero queremos servir bajo el estandarte de la Cruz de la Compañía que recibió el nombre de Jesús. Nosotros que somos egoístas, queremos vivir, sin embargo, una vida agitada por grandes deseos. Renovemos, pues, nuestra oblación al Eterno Señor del universo para que con la ayuda de su gloriosa Madre, podamos querer, desear y vivir los sentimientos de Cristo, que se despojó a sí mismo".