martes, 6 de noviembre de 2012

La Liturgia en palabras del Papa




Los siguientes párrafos pertenecen al libro "Dios y el mundo, una conversación con Peter Seewald". El Santo Padre responde a la pregunta del periodista:

Es imposible pasar por alto la crítica a la liturgia actual. Para muchos ya no es lo bastante sagrada. ¿Hace falta una reforma de la reforma para sacralizarla?

Necesitamos, al menos, una nueva conciencia litúrgica para que desaparezca ese espíritu hacedor. Porque se ha llegado al extremo de que grupos litúrgicos se autofabriquen la liturgia dominical. Lo que se ofrece aquí es, sin duda, el producto de unas personas listas y trabajadoras que se han inventado algo. Pero eso no significa encontrarme con la Alteridad Absoluta, con lo sagrado, que se me regala, sino con la habilidad de unas cuantas personas. Y me doy cuenta de que no es lo que busco. Que es demasiado poco y un tanto diferente.

Hoy, lo más importante es volver a respetar la liturgia y su inmanipulabilidad. Que aprendamos de nuevo a reconocerla como algo que crece, algo vivo y regalado, con lo que participamos en la liturgia celestial. Que no busquemos en ella la autorrealización, sino el don que nos corresponde.

Esto es, en mi opinión, lo primero; tiene que desaparecer es obrar individualista o desconsiderado y despertar la comprensión íntima de lo sagrado. En un segundo paso se podrá ver luego en que ámbito se podó en exceso, de forma que el contexto histórico global se torne más vivo y evidente. Yo mismo he hablado en este sentido de la reforma de la reforma. Pero, en mi opinión, esto debería ser ante todo y sobre todo un proceso educativo que ponga término al pisoteo de la liturgia con autoinventos.

También es importante para la correcta concienciación en asuntos litúrgicos que concluya de una vez la proscripción de la liturgia válida hasta 1970. Quien hoy aboga por la perduración de esa liturgia o participa en ella es tratado como un apestado; aquí termina la tolerancia. A lo largo de la historia nunca ha habido nada igual, esto implica proscribir también todo el pasado de la Iglesia. Y de ser así, ¿como confiar en su presente? Francamente, yo tampoco entiendo por qué muchos de mis hermanos obispos se someten a esta exigencia de intolerancia que, sin ningún motivo razonable, se opone a la necesaria reconciliación interna de la Iglesia.

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